Manuel Bartlett es una reliquia y un anacronismo dentro del gabinete de Andrés Manuel López Obrador.
Por una razón que casi nadie entiende, salvo los propios involucrados, quien fuera secretario de Gobernación en tiempos de Miguel de la Madrid, a quien se le cayó el sistema para captar los datos de la elección de 1988, mengua la credibilidad de la Transformación de Cuarta.
Bartlett es un dino de la vieja escuela y no merece estar al frente de la Comisión Federal de Electricidad. Los pagones de los últimos días confirman y respaldan esta petición.
Y aquí conviene aclarar un punto importante. La Comisión Federal de Electricidad fue una de las dos paraestatales que los prianistas intentaron vender desde tiempos de Carlos Salinas. La otra fue Pemex.
En sucesivas oleadas y tentativas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña se afanaron por dejarle a la iniciativa privada el manejo de ambas empresas, al tiempo que abrieron el mercado energético a firmas de capital privado.
La más reciente intentona fue la del Nene Peña, quien al amparo del Pacto por México, nos bombardeó con una campaña de desinformación en la que se nos aseguraba que si se rompían los candados para dejar que la IP le metiera mano al sector energético, aparte de que íbamos a sentir rico, nos bajarían la tarifa de la luz y, ahora sí, agárrense, porque nos íbamos directitos al Primer Mundo.
El caso es que con una pequeña ayuda de sus amigos del PAN, el Verde y la chiquillada, los patriotas diputados de esa legislatura rompieron los candados y le abrieron el corral a los inversores privados.
Yo pregunto: ¿Bajaron las tarifas de la energía eléctrica? ¿No acaso después vinieron los gasolinazos? ¿Qué porcentaje de la energía eléctrica viene de las energías limpias, como la eólica, la geotermia o la solar?. Puros cuentos.
La reforma energética sólo sirvió para darle más contratos jugosos a los mismos de siempre. Incluso los panistas quisieron su tajada, además de las mordidas que llegaron vía maletas repletas de lana para lubricar la movida.
Pero esa es otra historia. La verdad es que la presencia de Bartlett representa un punto en contra de la imagen de la T de 4ª.
En la misma línea autoritaria que su paisano Gustavo Díaz Ordaz, el impresentable Bartlett no está aportando nada bueno al proyecto de AMLO, quien es el único responsable de la designación del tránsfuga priista, que forma parte de la vieja guardia y que no ha estado a la altura de su responsabilidad histórica.
Más allá de tratar de salvar a una empresa prioritaria para la buena marcha del país, la estrategia en materia energética sí debe diversificar las fuentes de energía y dejar de lado las más contaminantes y las que más abonan al calentamiento global.
Bartlett se tiene que ir.